En este día del maíz, hacemos un llamado urgente para recuperar el valor del campo, los bosques y nuestro modo de vida campesinos.

Como campesinos y campesinas nos llenamos de orgullo porque venimos de la tierra. Somos el resultado de nuestra historia y cultura.  Nosotros hemos aprendido de nuestros antepasados, les debemos a ellos la enseñanza de la tierra y las semillas que han pasado de una generación a otra por miles de años. Estamos habituados a comer quelites, frijol y tortilla.

También somos jóvenes que venimos orgullosamente de padres campesinos, hemos visto el trabajo de nuestros padres, nosotros que ya hemos estudiado no quiere decir que no podamos regresar al campo y volver a ensuciarnos las manos.

La milpa que cultivamos nosotros es la base de una alimentación sana, nutritiva y biodiversa que no esta compuesta solo por maíz, sino por muchas plantas que sembramos y que están en la parcela y cumplen su función. El maíz es el alimento del alma. Es el alimento que nos permite vivir. El campo, y en particular la milpa, proveen más del 50% de los nutrientes que necesitamos al día.

Reconocemos que los bosques son los pulmones de la madre Tierra. Regulan la temperatura y, más importante aún, nos proveen de agua, ese líquido precioso sin el cual simplemente la vida no sería posible.  Reconocemos que nuestra comida depende de los bosques, pues de ahí salen gran parte de los alimentos que completan nuestra cocina.

Sin embargo, observamos que tanto el bosque como la milpa y el maíz están en peligro. La erosión, la sobre explotación, los monocultivos y la prevalencia de los intereses económicos por sobre todas las cosas, están destruyendo nuestros modos de vida, nuestros conocimientos ancestrales y nuestras tradiciones.

Reconocemos que nuestro organismo, nuestro cuerpo es como nuestro terreno, si le echamos químicos nos envenenamos. Los gobiernos nos ofrecen puras enfermedades, nos mandan agroquímicos y semillas transgénicas, nos dan dinero para comprar nuestras propias enfermedades y nos condicionan a ser pobres. Es una contradicción que en México siendo hijos del maíz importemos 40% del maíz que consumimos.

Sabemos que se necesitan agallas para ser campesino, porque es mucho trabajo, pero a través de este trabajo le expresamos amor a la tierra y si nosotros mantenemos a la tierra, ella nos mantiene a nosotros. Nuestra labor y en particular el de las mujeres campesinas, no está siendo valorado. Le vendemos maíz a las empresas y ellos nos doblan el precio, además de que nos invaden con comida chatarra que nos enferman y nos llenan de químicos y de basura. No aceptamos que nuestros jóvenes sigan emigrando, bajo la promesa de una vida mejor y lo único que les ofrecen es poco dinero.

Tenemos una población que crece y le preguntamos al mundo ¿Dónde están los agricultores que van a alimentar a una población cada vez mayor con cada vez menos tierra y agua?

Hacemos un llamado de conciencia al mundo, y en particular a los hijos del maíz, para que juntos defendamos al campo y a los bosques, y revaloremos el modo de vida campesino y en particular a las mujeres, pues son ellas quienes, con sus valores, amor, sabiduría y conciencia, nos alimentan conservan las semillas y comparten sus conocimientos ancestrales con nuestros hijos.

Exhortamos a las organizaciones a que nos ayuden a recuperar los conocimientos de nuestros antepasados que hemos perdido, que nos enseñen sin darnos. Si tenemos maíz somos vida y somos resistencia.

A nuestros hijos les pedimos que no abandonen nuestra tierra, pues la tierra es la que nos provee nuestros alimentos. Hacemos un llamado a los jóvenes para escuchar y valorar el saber de las personas mayores, que se preparen para sembrar porque se requiere de mucho trabajo.

Nos comprometemos a regresar a usar semillas nativas y criollas, porque nuestra tierra sabe lo que necesita y las semillas responden al tipo de suelo y al tipo de clima de cada lugar y por eso las semillas tienen, como nosotros, una propia personalidad en cada sitio.

Necesitamos recuperar la tierra para volver a cultivar la milpa.

Llamamos a detener el uso de agroquímicos, que empobrecen nuestro suelo, matan la biodiversidad de nuestras parcelas, nos enferman, contaminan nuestras aguas y nos vuelven dependientes de empresas extranjeras.

Creemos que la solidaridad y la organización serán la base del trabajo campesino, ya que el trabajo en la tierra es arduo y se necesita que nos acompañemos a realizar las faenas. La organización también será la base que nos permitirá vencer los retos de la desvalorización de nuestro trabajo, pues nos permitirá aprovechar espacios de mercado para productos orgánicos, así como vías comerciales que nos provean de sustento para recuperar las prácticas de la milpa.

Reconocemos que para ser campesina o campesino se necesita fuerza, compromiso y empeño. Aunque sea difícil trabajar el campo, no dejaremos de sembrar el maíz, porque no hay mejor motivación que ver la tierra sana. Reconocemos que no siempre el maíz es negocio, eso que nos quede claro, pero existen otras formas en la milpa que no se miden en dinero.

Exigimos la revaloración de nuestro modo de vida, así como el compromiso de parte de autoridades, empresas y sociedad en general de cuidar el campo y los bosques que nos dan sustento.  Necesitamos ser campesinos originales y no abandonar nuestros valores no irnos de aquí a ganar poco dinero afuera.

Hoy tenemos que reponerle a la tierra todo lo que le hemos quitado.

COMUNIDADES VECINAS AMANALCO